Dondequiera que el ​árbol cae


Por Josué I. Hernández

Eclesiastés 11:3,4


​Introducción
  • Nos enorgullecemos de nuestra capacidad de controlar nuestra vida y derredor. Pero, hay muchas cosas que simplemente ​están ​fuera de nuestro control.
  • Lo incontrolable produce mucha ansiedad, molestia y frustración.
  • Por ejemplo, no comprender los actos providenciales de Dios, y las muchas cosas fortuitas o que nos parecen incidentales pero difíciles.

I. No podemos hacer que ​llueva, ni podemos evitarlo (Ec. 11:3).
  • “Si las nubes están llenas, derraman lluvia sobre la tierra; y caiga el árbol al sur o al norte, donde cae el árbol allí se queda” (Ec. 11:3; LBLA).
  • Dos ejemplos: 1) Cuando las ​nubes están cargadas de agua, simplemente lloverá. 2) Cuando un árbol cae, la dirección en la que cayó no podrá ser modificada.
  • ACEPTAR (asumir) lo que está fuera de nuestro control: Si ​el árbol cae de ​cierta manera, nuestra molestia y frustración no ayudan. Está fuera de nuestro control. No tiene sentido ​pretender controlar todo lo que nos gustaría cambiar. Simplemente tenemos que hacer frente a estas condiciones, tal como suceden.

II. ¿Qué hacer en medio de circunstancias que están fuera de nuestro control?
  • No podemos detenernos a ​esperar ​las circunstancias ideales a pesar de los riesgos ​y dificultades (Ec. 11:4).
  • ​¿Optimismo o pesimismo? ¿Responsabilidad o irresponsabilidad? ¿Incertidumbre o fe?
  • Las consecuencias futuras dependen de lo que hacemos en el presente.
  • Para una futura cosecha la s​emilla debe ser sembrad​a (2 Tim. 2:6).
  • Si el viento no sopla como ​deseamos y existe poca probabilidad de lluvia, el trabajo debe ser hecho (Stg. 5:7).
  • Tenemos que ​estar ocupados​,​ trabajando con esmero, en lugar de paralizarnos por el afán, la ansiedad, la incertidumbre y la frustración.

III. Además de ser responsables en las cosas terrenales, también debemos serlo con nuestro trabajo espiritual.
  • No debemos permitir que las circunstancias incontrolables ​de la vida nos impidan cumplir el propósito de nuestra existencia.
  • Debemos buscar a Dios (1 Cron. 28:9; Is. 55:6; Hech. 17:27).​
  • “La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona” (Ec. 12:13​; LBLA​). El afán y la ansiedad no nos deben distraer del objetivo primordial ​(Mat​.​ 6:33).
  • La frustración y la ansiedad no pueden: 1) Cambiar la dirección en la que ​cayó un árbol. 2) Controlar las circunstancias de nuestra vida que ​“es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Sant​. 4:14).
  • No podemos cambiar: 1) La forma en que ​ha caído un árbol. 2) Controlar las encrucijadas del clima.
  • Pero, sí podemos cambiar nuestro destino eterno (Luc. 13:1-5; Heb​. 4:11).

Conclusión
  • Nuestro afán y frustración no pueden controlar las circunstancias que nos rodean.
  • Debemos aprender a aceptar lo desagradable y molesto, a la vez que somos responsables.
  • No permitamos que las cosas incontrolables e intrascendentes de la vida nos alejen de hacer lo realmente importante y correcto.


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