Por Josué I. Hernández
Introducción
- Como buenos estudiantes de la Biblia hemos observado que la actividad providencial de Dios está más allá del análisis humano.
- Las operaciones providenciales del Señor son ciertas en todos los ejemplos bíblicos de ella. Las experiencias de José son suficientes en sí mismas para establecer este punto (Gen. 45:5-9; 50:20). Sin embargo, las acciones providenciales de Dios son veladas de la percepción humana en el momento en que están ocurriendo (cf. Rut 2:3; Ester 4:14), y no pretendemos saberlo (Fil. 15).
- Un aspecto de la providencia de Dios es su operación internacional. Él es soberano de las naciones (Sal. 22:28), y los poderes civiles se alzan y sucumben según su voluntad (Dan. 2:21; 4:35).
- La regla general parece ser, “La justicia engrandece a la nación…” (Prov. 14:34), pero “Los impíos volverán al Seol, o sea, todas las naciones que se olvidan de Dios” (Sal. 9:17, LBLA).
El uso de una nación justa
- El Señor puede usar una nación justa para derrocar a una malvada.
- Esto sin duda fue el caso en la historia temprana de Israel cuando Dios les guiaba contra Canaán (cf. Gen. 15:13-16; Deut. 7:1,2; 20:16,17).
El uso de una nación perversa
- Jehová puede utilizar una nación mala para castigar a otra relativamente mejor (cf. 2 Rey. 18:9-12; Jer. 25:8-14; Hab. 1:5-11). “Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira” (Is. 10:5). “Y ahora yo he puesto todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y aun las bestias del campo le he dado para que le sirvan” (Jer. 27:6; cf. 25:9; 28:14).
- Cuando la nación judía alcanzó el cenit de su rebelión, incluso hasta el punto de asesinar a su tan esperado Mesías, Dios determinó enviar los ejércitos romanos para destruir la economía judía con su templo y capital (cf. Mateo 22:7; 24:14-20).
¿El principio aún prevalece?
- Ahora aquí está la pregunta de oro: ¿Está Dios trabajando a nivel internacional levantando y derrocando poderes en conformidad a su voluntad? Según mi mejor entendimiento, creo que sí (Rom. 13:1-7; 1 Ped. 2:13-17).
- El apóstol afirma, “e hizo de una misma sangre todas las naciones de los hombres, para habitar sobre toda la haz de la tierra, fijando sus tiempos señalados, y los términos de su habitación” (Hech. 17:26, VM). El propósito providencial en esta orquestación internacional se revela en el versículo 27 (“para…”).
- ¿Cómo, entonces, puede uno saber que nación está obrando a favor de Dios y cuál está siendo condenada por él? Eso es asunto de Dios. Él actúa en consonancia con su propia soberanía y propósitos (independientemente de si entendemos las razones o no), y nadie es lo suficientemente sabio para interrogar a Dios sobre esto (Dan. 4:35; Rom. 11:33-35).
Conclusión
- El deber del cristiano es amar al Señor, hacer su voluntad, servir a sus hermanos en Cristo, trabajar para la conversión de los perdidos, cambiando su actitud y disposición a fin de salvar incluso a sus enemigos.
- Lamentablemente estas son verdades bíblicas que con demasiada frecuencia muchos parecen haber olvidado, si es que alguna vez las entendieron.