Providencia y persecución


Por Josué I. Hernández


Filipenses 1:16

Introducción
  • La calidad del carácter de un cristiano se contempla cuando el sufrimiento golpea su vida.
  • Cuando el apóstol Pablo escribió la carta a los santos de Filipos, él estaba encarcelado en Roma (cf. Hech. 28:30; Fil. 1:13,17). El apóstol estaba padeciendo aflicción (4:14), agravada por hermanos envidiosos (1:15-17).

¿Cómo podemos ver la providencia de Dios aquí?
  • Esta pregunta implica que lo doloroso es necesariamente “malo” y lo placentero es necesariamente “bueno”. Implica que el sufrimiento es incompatible con la existencia de Dios. Pero, debemos diferenciar lo emocional de lo intelectual frente al sufrimiento y la existencia de Dios.
  • Uno puede ser bienaventurado a pesar de la persecución (cf. Mat.5:10-12), y Pablo lo era (2 Cor. 11:23-28).
  • Nuestro sufrimiento debe magnificar al Señor (cf. Sal. 34:3; Fil. 1:12,13).

Puesto para la defensa del evangelio
  • En medio de semejantes pruebas, el apóstol dijo, “Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio” (Fil. 1:16,17).
  • Si usted se pregunta, “¿qué relación hay entre esta declaración de Pablo y la providencia de Dios?”, es muy probable que no captó lo que el apóstol dijo aquí.

El verbo “keimai”, es traducido en nuestra versión, “estoy puesto”. Lo podemos entender aquí como “puesto, colocado, establecido, destinado, designado”. Ejemplos de su uso:
  • De Jesús recién nacido (Luc. 2:12,16).
  • Del cuerpo del Señor (Mat. 28:6).
  • De los lienzos (Jn. 20:5-7).
  • Del velo puesto en los corazones de los judíos (2 Cor. 3:15).
  • Del mundo bajo el maligno (1 Jn. 5:19).
  • De la Jerusalén celestial (Apoc. 21:16)
  • Del trono de Dios (Apoc. 4:2).

Conclusión
  • El apóstol Pablo comprendió que él estaba puesto en las circunstancias difíciles de la prisión con un propósito divino (Fil. 1:16,17).
  • Nada de amargura, ni resentimiento, leemos de su pluma a pesar de las pruebas que le sobrevinieron. Un reconocimiento de la providencia divina.
  • Todos los cristianos debemos ver así las aflicciones por la causa de Cristo (cf. 1 Tes. 3:3; Hech. 14:22; 2 Tim. 3:12).


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