Juzgando



Por Josué I. Hernández


Introducción
  • Jesucristo dijo, “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mat. 7:1), y también dijo, “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Jn. 7:24).
  • ¿Cómo podemos conciliar ambas declaraciones de Jesucristo? Según aprendemos, a simple vista, hay ciertos juicios que son prohibidos, mientras que hay evaluaciones y juicios que son obligatorios.

El juicio requerido
  • El verbo “juzgar” (gr. “krino”), “primariamente separar, y de ahí de ser de una opinión, aprobar, estimar… Significa también determinar, resolver, decretar, acordar… distinguir, elegir, dar una opinión acerca de, juzgar” (Vine).
  • En consideración de lo anterior, el “discernir” entre cosas hasta evaluar el valor de estas y emitir un veredicto, es, por naturaleza, “juzgar”. Por lo tanto, un veredicto positivo como uno negativo, es un juicio en sí mismo.
  • Aunque usualmente se usa el verbo “juzgar” en sentido negativo, la Biblia no lo usa únicamente de esta forma. Los discípulos de Jesús deben ser “juiciosos” en el sentido de discernir, evaluar y distinguir. Veamos algunos ejemplos:

Debemos juzgar prácticas morales.
  • “Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal” (1 Tes. 5:21,22).
  • Negarnos a diferenciar entre lo justo y lo injusto, entre lo malo y lo bueno, entre lo santo y lo profano, dará como resultado el participar de una conducta que nos privará de la vida eterna (cf. Ef. 5:11; Rom. 2:7-11).

Debemos juzgar la enseñanza o doctrina.
  • Pablo escribió a Timoteo “que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina” (1 Tim. 1:3). Fue profetizado que habría una apostasía “escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Tim. 4:1).
  • El apóstol Juan escribió, “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Jn. 4:1).

Una iglesia de Cristo debe juzgar a los miembros impíos.
  • La palabra de Cristo nos instruye a separarnos de aquellos que andan desordenadamente (2 Tes. 3:6,14), lo cual requiere juicio de parte la iglesia local, “Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Cor. 5:12,13).
  • Todos las responsabilidades y privilegios cristianos requieren que emitamos algún juicio, ya sea al orar por los enemigos (Mat. 5:44), al restaurar a un hermano caído (Gal. 6:1), al amonestar a los ociosos, alentar a los de poco ánimo y sostener a los débiles (1 Tes. 5:14), al apartar a un pecador del error de su camino (Sant. 5:20) o al designar ancianos y diáconos (1 Tim. 3:1-13).

Una iglesia de Cristo debe juzgar para la mejor enseñanza de sus miembros
  • ¿Quién predicará? “¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros?” (1 Cor. 12:29).
  • ¿Qué predicará? “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación… los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen” (1 Cor. 14:26,29).
  • ¿Cuándo predicará? “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar” (1 Cor. 14:23).

El juicio justo
“No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Jn. 7:24). Detengámonos a pensar en esto.
  • El juicio justo tiene una buena motivación. Este juicio comienza con el deseo intenso por agradar a Dios, “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta” (Jn. 7:17). Los prejuicios, ya sea respecto a personas, doctrinas, prácticas o situaciones, conducirán casi inevitablemente a conclusiones erróneas.
  • El juicio justo requiere el estándar correcto, la palabra de Dios (Jn. 7:17; cf. 5:39). Lo que siempre hemos pensado, o lo que piensa la mayoría de la gente, lo que tradicionalmente se ha hecho o lo que determinan las circunstancias, no es algo confiable. Recordemos que los judíos juzgaron mal a Jesús porque sus prácticas sabáticas, arraigadas en la tradición, estaban equivocadas.
  • El juicio justo requiere una aplicación justa de la norma, a uno mismo primero, a las doctrinas y prácticas con honestidad (sin racionalizar por algún prejuicio), a todas las personas por igual (sin importar que sean amigos o enemigos), y siempre, con suficiente evidencia y perspectiva adecuada.

Conclusión
  • Necesitamos estar conscientes, muy conscientes, de nuestras propias limitaciones, y de la falibilidad de nuestros juicios. Por ello, necesitamos siempre la bendita palabra de Dios.
  • En cuanto a nuestro prójimo, recordemos, “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio” (Sant. 2:13).




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