Por Josué I. Hernández
Introducción
- Dos extremos: 1) Eliminar toda emoción para evitar el emocionalismo. 2) Basar la fe en las emociones.
- Sin duda alguna las emociones tienen su lugar en la vida (ej. Salmos). Dios nos creó con emociones, todos nos emocionamos.
- ¿Hay relación entre las emociones y la fe? Si hay tal relación, ¿qué relación tienen las emociones y la fe?
Las emociones no pueden
- Determinar la verdad (cf. Jn. 8:32; 17:17).
- Determinar la fe (cf. 2 Cor. 5:7; Heb. 11:1).
- Justificarnos ante Dios (cf. Rom. 3:24; 5:1; Sant. 2:24).
Las emociones deben sujetarse a la verdad
- Las emociones no deben entenderse como fundamentos, sino como reacciones que deben ser dirigidas (“dominio propio”, 2 Ped. 1:6; cf. 1 Cor 7:29-32).
- Las reacciones emocionales son buenas cuando son producidas por una convicción basada en la verdad (cf. Gen. 37:33-35; Hech. 8:39).
- Ej. La tristeza según Dios (cf. 2 Cor. 7:10; Hech. 2:37,42).
- Ej. El gozo en el Señor (cf. Fil. 4:4; Jn. 16:22,23).
El emocionalismo es el gobierno de las emociones
- La palabra de Dios queda subordinada a las emociones.
- La vida se vuelve un vaivén emocional.
- Luego, tantas verdades como individuos emocionados.
Conclusión
- Debemos sujetar nuestras emociones, para que sean piadosas, regidas por nuestra fe, y, por lo tanto, subordinadas a Dios.
- Debemos andar por fe, no por emociones (cf. Prov. 16:32).