El sacerdote que no creyó



Por Josué I. Hernández


“Y he aquí, te quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que todo esto acontezca, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo” (Luc. 1:20, LBLA).


¿De quién fue dicho esto?
¿Se habla de algún incrédulo del mundo?
¿Cómo podría alguien no creer las promesas de Dios?

Zacarías, el sacerdote
  • De la “clase de Abías” (descendientes de Eleazar) era uno de los 24 grupos sacerdotales que servían en el templo durante una semana dos veces al año (1 Cron. 24:10,19; 2 Cron. 8:14), descendiente directo del sacerdote original (Ex. 28:1)
  • Estaba bien informado del Dios verdadero y sus grandes obras.
  • Entendía que Jehová Dios es el Dios de la historia.
  • Sabía que Dios levantaría al Mesías cumpliendo sus promesas.
  • Era maestro de Israel (Deut. 31:9-13; 33:10; Jer. 18:18).

Zacarías, el justo
  • De conducta justa e irreprensible: “Ambos eran justos delante de Dios, y se conducían intachablemente en todos los mandamientos y preceptos del Señor” (Luc. 1:6; cf. 2:25).
  • Ejercía el sacerdocio en fidelidad (v.8,9,23).
  • Llevaba considerable tiempo en su ministerio (v.18).
  • Había orado solicitando a Dios un hijo (v.13), pero había perdido toda esperanza al respecto (v.20).

Zacarías, el incrédulo
  • Un hombre de buen carácter: Obediente, justo, irreprensible, perseverante en su ministerio.
  • Podía creer todo lo que revelaba y demandaba la Escritura.
  • Pero, una cosa, a lo menos, él no está dispuesto a creer: Que Dios le diese un hijo en su vejez (Luc. 1:13,20) a pesar de tener revelación directa sobre el asunto (v.11).
  • Un caso similar al de Abraham y Sara (Gen. 17:15-21; 18:9-15).

Zacarías solicitó una señal
  • No le bastó la revelación específica (Luc. 1:13-17).
  • Una señal le fue dada (Luc. 1:20-23,64-80; cf. 2 Cor. 4:13).
  • Lo qué él debía aprender: “nada hay imposible para Dios” (Luc. 1:37). ¿No debemos aprender lo mismo?

Podríamos ser como Zacarías
  • Cuando somos fieles a ordenanzas respecto a la obra y naturaleza de la iglesia local, pero no creemos las promesas para nuestras vidas (cf. Luc. 1:67-79).
  • Cuando creemos la maravillosa historia bíblica, pero olvidamos que el mismo Dios de ella está activo hoy para bendecir y socorrer a su pueblo (cf. Luc. 11:5-13; 18:1-8; 1 Tes. 5:17; Fil. 4:5-7).
  • Cuando oímos la palabra de Dios, pero sin fe (Heb. 3:15,19; 4:2; cf. 1 Tes. 2:13).
  • Por lo tanto, “mirad lo que oís” (Mar. 4:24) y “Mirad, pues, cómo oís” (Luc. 8:18).

Conclusión
  • La mayoría cree en Dios, es decir, cree en su existencia. Sin embargo, Dios quiere que su pueblo le crea a él.
  • Hay diferencia entre “creer en Dios” y “creer a Dios”.
  • ¿Creemos a Dios? ¿Creemos sus advertencias y promesas? ¿Creemos toda su revelación?



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