Por Josué I. Hernández
Introducción
- El objetivo de nuestra predicación (1 Tim. 1:5).
- Nuestra conciencia está diseñada para ayudarnos a hacer lo bueno.
- El funcionamiento de nuestra conciencia depende de nosotros.
Buena conciencia
- Libre de culpa consciente: Motiva hacia lo que cree que es correcto (Prov. 14:12; 1 Cor. 4:4).
- Es posible tener una buena conciencia y hacer lo incorrecto (Hech. 23:1; 26:9-11).
- Los cristianos deben tener una buena conciencia y mantenerla (1 Tim. 1:5,19; cf. 1 Jn. 2:28,29).
Conciencia débil
- Mal informada: Motiva la culpa por lo que es inocente o correcto (1 Cor. 8:7).
- La conciencia débil puede ser contaminada al transgredir lo que ella considera malo (cf. Rom. 14:23).
- Los cristianos con una conciencia débil deben ser recibidos y enseñados (Rom. 14:1; Heb. 5:14).
Conciencia cauterizada
- Insensible: No experimenta sensibilidad moral (cf. Jn. 8:44; 1 Tim. 4:1,2).
- Esta condición impide el arrepentimiento (2 Cor. 7:10; cf. Jer. 6:15; Heb. 6:4-6).
Mala conciencia
- Condición del culpable: La condición mental del que no ha sido perdonado (Heb. 10:22; Rom. 3:23).
- Experimenta la culpa en esclavitud (cf. Rom. 7:15-24).
- El perdón en Cristo limpia la conciencia (Heb. 9:14).
Conciencia limpia
- Condición mental del indultado: Está haciendo lo correcto (1 Tim. 3:9).
- Experimenta el gozo de la salvación (cf. Hech. 2:46; 8:39; 16:34).
- Por la obediencia al evangelio (cf. Hech. 2:38; Rom. 6:3,4; 1 Ped. 3:21; 1 Jn. 1:7).
Conclusión
- El plan de Dios es que obtengamos y mantengamos una “buena conciencia” (1 Tim. 1:5).
- No es suficiente pensar que estamos en lo correcto, debemos asegurarnos la aprobación del Señor (cf. Col. 1:10; 3:17,23).
- Dios nos ofrece la purificación de nuestra conciencia (Heb. 10:22; 1 Ped. 3:21).