Por Josué I. Hernández
- La fe es esencial para agradar a Dios (cf. Heb. 11:6; Ef. 2:8; 2 Cor. 5:7).
- Hay diferentes tipos de fe, pero solo una clase de fe es aprobada y bendecida por Dios (Sant. 2:14-26).
- El hermano “alguno” afirma cosas, expresa verdades, él “dice que tiene fe” a la vez que no hay obras de fe en su vida (Sant. 2:14).
- Esta clase de fe sustituye acciones por palabras.
- Esta fe es sólo un asentimiento mental, una fe intelectual, una fe cadáver, porque: “la fe sin obras está muerta” (2:17,20,26).
- Santiago afirma que los demonios tienen fe (Sant. 2:18,19).
- Los demonios creen en la deidad de Cristo (Mar. 3:11,12), creen en un lugar de condenación (Luc. 8:31), y creen que Jesús será el Juez (Mat. 8:28,29).
- La “fe muerta” involucra el intelecto, con datos e información, en cambio, la “fe demoniaca” involucra también las emociones (“creen y tiemblan”).
- La fe que Dios aprueba se puede ver (Sant. 2:18).
- Esta clase de fe viene por oír la palabra de Dios (Rom. 10:17), por la predicación del evangelio (Hech. 15:7).
- La voluntad del hombre debe cooperar con Dios para que la certeza y convicción reemplacen a la incertidumbre e incredulidad (cf. Heb. 4:2; 11:1).
- La fe dinámica involucra al hombre entero, no sólo el intelecto y las emociones, y se expresa en hechos de obediencia, en obras de fe, como lo vemos en Abraham (Sant. 2:21-24) y en Rahab la ramera (2:25).
- Sólo una clase de fe puede justificarnos, y es la fe que se expresa mediante obras de obediencia y que se perfecciona, o completa, mediante ellas (Sant. 2:22).
- Nadie será salvo por fe sola; Santiago dijo: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Sant. 2:24).
